NAVIDAD
La
inesperada noticia de la repentina enfermedad de Doña Leonor nos llegó a eso de
las seis de la tarde, fue Sara la que nos telefoneó inmediatamente. De forma
simultanea fue llamando también al resto de los miembros de la familia que nos
reuníamos esa noche a cenar en casa de los padres políticos para celebrar la
Nochebuena. La noticia no la podíamos creer, ya que Doña Leonor siempre había
conservado una salud de hierro, por eso no dábamos crédito a lo que oíamos al
otro lado del teléfono, a esos gritos que se oían de fondo y que daba don
Florencio, pidiendo un médico; no podía ser que ese pequeño desmayo llegara en
las postrimerías de una noche tan importante para nosotros, para una familia
con tanta tradición en celebrar la Nochebuena...
Cuando
llegamos nosotros, el médico se encontraba explorando a la paciente en la
habitación grande, la puerta de la habitación matrimonial estaba cerrada a cal
y canto, había órdenes precisas para que nadie osara a entrar; de ello se
encargaba Sara. Ninguno de los que habíamos llegado a la casa hicimos el menor
intento de entrar, ya que la autoritaria sirvienta, después de treinta años de
servicio en la casa se había ganado un merecido respeto. Lo único que sabíamos
en ese momento era que dentro de la habitación estaba Don Florencio con el
doctor Moreno, junto a la enferma, la supuesta enferma.
Nos
fuimos al salón de la casa donde estaba dispuesta la gran mesa para la cena,
nos íbamos reuniendo allí los restantes miembros de la familia conforme
llegaban a la casa, y hacíamos los primeros comentarios, maldiciendo a la
fatalidad por un imprevisto tan desgraciado, pero en todo momento y eso si que
queremos decirlo desde el principio, que nunca tuvimos la menor duda de que la
cena se celebraría, a pesar de este lamentable percance.
Después
de un buen rato de espera en el salón, apareció Don Florencio informándonos,
que la enferma había mejorado, que en principio según el médico no era preciso
trasladarla al hospital, pero tenía que guardar reposo riguroso, y tomar unas
pastillas, acaso si evolucionaba bien a la llegada de la noche, doña Leonor se
podría levantar un ratito para poder cenar junto a sus cuatro hijos, las
mujeres de éstos y los nietos. También dijo que debería de haber un gran
silencio en la casa, y sería preciso que los niños aguardaran en la habitación
del fondo para evitar molestias. El médico salió de la habitación dirigiéndose
también al salón y una vez en él dio las instrucciones oportunas, se despidió
de la familia deseándonos una feliz noche, para terminar dijo que si había
cualquier recaída no dudáramos en llamarlo por teléfono, le dijo algo en el
oído a Carlos, el hijo mayor (pero ninguno de los que estábamos en el salón
llegamos a escuchar lo que le había dicho) e inmediatamente salió de la casa.
Reunidos
todos en el salón, una vez escuchadas las instrucciones médicas decidimos la
forma de organizarnos para poder atender debidamente a la enferma (sólo el
marido y la sirvienta tuvieron el permiso de entrar en la habitación) y de paso
poder preparar la cena, que era tan importante para nuestra familia. Decidimos
que había que adelantar la hora prevista para evitar incidentes posteriores
dado el estado de Doña Leonor.
Enseguida
nos fuimos a la cocina a poner en marcha la cena, nos repartimos funciones,
siempre bajo la autorización de Sara, que iba y venía de la habitación de la
enferma con instrucciones concretas de ésta, que era la que en realidad dirigía
la acción, siempre había sido así, doña Leonor era la que año tras año se había
encargado de preparar la cena de Nochebuena. Al rato de estar en la cocina,
alguno de nosotros tuvo la idea de abrir una botella de vino para empezar a
animar un poco la noche, en verdad ésta era una costumbre de siempre, aunque
todos nos miramos interrogándonos si ésta decisión le disgustaría a Sara, que
en ese momento llegaba a la cocina con la noticia de que a la señora le había
repetido el desmayo, quizás un poco más flojo que la vez anterior, y que el
señor de la casa había dicho que alguno de los hijos llamara urgente por
teléfono al médico. Fue Carlos el que llamó al doctor Moreno, para informarle
del nuevo vahído de doña Leonor, el médico, recomendó que se le diera una de
las pastillas que había dejado junto a la mesita de noche y que la dejaran
dormir hasta la hora de la cena.
Mientras
seguíamos los preparativos de la cena alguno de nosotros nos habíamos acercado
por el gran pasillo de la casa a la habitación de la enferma y habíamos
intentado pararnos junto a la puerta y poder escuchar algo de lo que ocurría
dentro, ya que Sara hacía un rato que no nos traía noticias, pero no se
escuchaba nada desde fuera, nuestra preocupación en ese momento crecía, ya que
nos daba la impresión de que las cosas no iban bien y corría el peligro de que
en cualquier momento se tuviera que retrasar la cena y salir a toda prisa para
el hospital. Pero afortunadamente la sirvienta vino al rato hasta la cocina con
la noticia de que la anciana se recuperaba estupendamente y no había motivo de
mayor preocupación.
A
las nueve de la noche todo estaba preparado para cenar, los hijos enviaron a la
sirvienta para que intentara levantar a la enferma, y pudiera cenar con el
resto de la familia. Vimos aparecer por el pasillo a Doña Leonor con gran palidez en el rostro junto a la
sirvienta, a pasos muy lentos se dirigían al salón, y nos dio una gran alegría,
ya que algunos de nosotros habíamos pronosticado que Doña Leonor no estaría en condiciones de cenar
junto a toda la familia. Avisaron también a los niños, que salieron en tropel
en ese mismo momento de la habitación del fondo, y estuvieron a punto de tirar
a la abuela al suelo, hubo en ese momento un gran silencio; ya que íbamos casi
todos por el gran pasillo de la casa, al que habíamos ido a esperar a doña Leonor a la puerta de su habitación.
Con
un gran esfuerzo físico sentó Sara a la anciana en su sitio de siempre en
la gran mesa del salón, también en ese
momento nos sentamos todos alrededor de ésta en nuestros sitios habituales, por
un momento llegamos a pensar que todo andaba bien, que la cena discurriría como
todos los años. Enseguida empezó a servir Sara los diferentes platos que se
habían preparado, Don Florencio sentado junto a su mujer parecía estar de buen humor, los niños empezaban a alborotarse
como de costumbre antes de ser servidos. Todos mirábamos a Doña Leonor,
contemplábamos su cara pálida, cuando de pronto la anciana se desplomó sobre la
silla, los ojos se le pusieron en blanco bajo unos párpados que oscilaban de
una manera mecánica. Rápidamente el marido pidió las pastillas que había
recomendado el doctor Moreno, y fue Carlos el que corrió hasta la habitación de
sus padres para llegar de nuevo al salón con el remedio; también fue el hijo
mayor el que le abrió la boca y le introdujo a la madre dos pastillas en la
boca, unos instantes después
doña
Leonor recobró el conocimiento y pareció sentirse mejor, por lo
cual decidimos que
la anciana permaneciera
en la mesa
para poder ser controlada
mejor mientras terminábamos
de cenar. Por otra parte, el marido no dejaba en ningún
instante de
preocuparse por ella, y esto servía para que nosotros pudiéramos
disfrutar un poco más de una noche tan especial.
La
verdad es que cenamos con mucha prisa, sin dejar de observar en ningún momento
a la enferma, que apenas se molestaba en llevarse algo de comida a la boca,
suponíamos por otro lado que la pobre no tendría mucho apetito, por lo cual después
de los postres aceleramos el trámite del champán y los dulces, decidiendo pasar
enseguida a cantar los villancicos que año tras año habíamos ido aprendiendo en
nuestra familia.
Mientras cantábamos los villancicos, la
enferma parecía tener mejor cara, serían las pastillas que por fin le estaban
haciendo el efecto deseado por todos nosotros, además procurábamos no alzar
mucho la voz para que ella no se sintiera en ningún momento incómoda, aunque
éramos conscientes de que a ella las fiestas navideñas siempre le habían
gustado mucho; incluso en algún momento observamos como hacía grandes esfuerzos
en mover los labios para acompañarnos en nuestros cantos.
Pasados unos minutos de la
media noche pensamos que lo mejor era
dar por terminada la cena navideña, no procedía alargar la estancia en
casa de los padres políticos, ya que ellos son gente que acostumbra acostarse
temprano, y más dadas las circunstancias de la noche; también los niños cuando
llegan esas horas se ponen insoportables. Antes de irnos ayudamos un poco a
Sara a recoger la mesa, aunque ella se negaba; tras lo cual nos despedimos de
Doña Leonor y de Don Florencio; nos obstinamos en ayudar a acostar a la
anciana, a lo cual ella se negó, prefiriendo quedarse un rato viendo la
televisión, cosa que irritó a alguno de sus hijos, sobre todo a Carlos que se
hubiera marchado mas tranquilo con la enferma en la cama. De todas maneras al
irnos, insistimos a Sara que no dudara en llamarnos por teléfono en cualquier
momento si Doña Leonor empeoraba.
A las diez de la mañana
del día siguiente sonó el teléfono, nosotros que aún seguíamos en la cama nos
asustamos mucho, pensando que la anciana habría empeorado, pero al coger el
teléfono rápidamente desapareció la preocupación, porque era Doña Leonor, y por
la voz parecía recuperada del todo; nos invitaba a comer ese día en su casa,
para celebrar como Dios manda la comida del primer día de Navidad, que es tan
tradicional en una familia como la nuestra.
Altorreal. 25-12-2000.