DIOTIMA
I
Tu voz, limpia y auténtica,
es la luz que ilumina
los largos y lentos crepúsculos
que asolan mi vida.
Tú, luz bruñida y fúlgida,
eres la voz que resuena
en las breves y rápidas mañanas
de mi existir.
II
Y, eres sin duda la luz, esa voz
que siempre
me susurra al oído:
“Purpúreo tesoro
que siempre está ahí,
incluso
en las noches más obscuras”.
III
Tu voz, esa nueva luz
que alumbra
mis días y mis noches.
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