ROBERTO BOLAÑO
A Gontzal
Díez
Aquella noche que salí solo
por la ciudad de Recuerdo me convertí en un detective salvaje. Roberto Bolaño,
ya enfermo, me seguía, sentía sus cercanos pasos, incluso percibía su
dificultosa respiración, entonces, me paré a esperarlo en medio de la noche
oscura. Yo no tenía en ese momento miedo a la muerte, creo que él tampoco, por
eso cuando el chileno me miró a los ojos, no tuvo ningún reparo en sacar de uno
de los bolsillos de su abrigo, 2666,
su libro póstumo. De ese modo sentí que aquella noche nunca lo olvidaría, y
siempre leería sus libros.
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