SIN ESCRÚPULOS
Ella
fue cómplice desde el preciso instante que me vio pasar a su lado, y
la bolsa del supermercado, llena de productos de limpieza rozó
levemente el contenedor de basura; ahí fue cuando algo explotó en nuestros corazones e hizo que yo la amara locamente de por vida, y que
imaginara a esa mujer ya real, un amor con el que yo viviría
locas pasiones irracionales y compulsivas, entonces, fuimos ya
cogidos de la mano por la avenida que conducía a su casa, hasta
nuestra alcoba, donde enseguida ella puso un cubrecamas de plástico
mientras hacíamos el amor. Yo sentía esas sábanas de abajo, las
acariciaba desde la lejanía, y después del intenso amor, mientras recorrí su casa, cogido de su rasposa y sin duda, amorosa mano, aquél maravilloso
museo-casa, ese caos, y a la vez decadente maravilla... Y así, detenidamente, con la paciencia de dos enamorados enfurecidos de
amor, fuimos acariciando esas manivelas de las puertas desdibujadas
por el amoniaco, las alfombras cubiertas de papeles de estraza que
las protegía, y más tarde salimos al jardín que era sólo maleza
roído por la lejía. Pronto volvimos dentro otra vez poseídos por la
pasión desmedida, amándonos en esas maravillosas sillas
descompuestas por los estropajos de níquel, y cenamos utilizando la vajilla
ya sin los bordes y dibujos típicos de Bohemia, hasta hoy, el día
de nuestra boda, que por variar nos hemos empeñado en casarnos de
negro, ese color que tanto nos gusta, no sabemos por qué, pero
quizás haya sido porque el concejal que nos casa en los juzgados de
la bella y olvidada ciudad de Recuerdo es de profesión, un vetusto y desprestigiado dermatólogo.
(Dibujo de dementes. Francisco de Goya)
No hay comentarios:
Publicar un comentario