EL
INFIERNO TAN QUERIDO
Me
dices que has llamado
esta
tarde fría de octubre
y
que nadie cogía el teléfono.
Es
curioso el azar, pues yo también
te
he llamado y tampoco contestabas.
Aún
así, decido cruzar el infierno
y
llego de nuevo a ti, y qué bueno,
pues,
como siempre, estás ahí esperándome
en
cualquier zaguán, esquina o en tu casa.
Aunque
ahora la noche es gélida y de lluvia pertinaz,
nada
importa porque estamos juntos,
y
nos echamos a la calle
buscando
tus fabulosos paraísos nocturnos
inundados
de luz y de colores.
Hablamos
de nuestros asuntos
mientras
bebemos como cosacos
hasta
que la aurora casi nos sorprende
en
cualquier zaguán, esquina
o
abriendo la puerta de tu casa
que
tan bien conozco,
y
nos besamos, como sólo nosotros
sabemos
besarnos.
Entonces,
buscamos a oscuras tu habitación
encontrando
enseguida las sábanas y mantas calientes
y
hacemos el amor, como sólo nosotros sabemos,
es
decir, con amor,
hasta
que un sol tenue va entrando
por
las rendijas de las persianas
advirtiéndonos
que todo ha sido ayer,
que
ya es mañana, es decir hoy,
cuando
tengo que regresar y cruzar
de
nuevo el infierno tan querido
que
me conduce a otra casa, otra cama,
a
otra vida, donde tú no estás,
donde
nadie me espera desde hace años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario