DOS
TEXTOS PARA UN MISMO CANTO
in memoriam Dña. Mireya
UNO
I
Desde el laberinto
de la incredulidad
veo
una Navidad extraña, y
dentro
en un lejano pasillo
una mujer entubada; más allá,
su nieta,
que
muy triste
en el box de una Uci
en el box de una Uci
muy
lejana
la asiste, llora, y afuera, nieva,
la asiste, llora, y afuera, nieva,
entonces,
vislumbro
la ciudad envuelta en
risas, bares y copas, calor
y dicha mentirosa, postureo,
alacranes y bichos posando
ante flashes de celulares.
la ciudad envuelta en
risas, bares y copas, calor
y dicha mentirosa, postureo,
alacranes y bichos posando
ante flashes de celulares.
Mi
escepticismo aumenta.
II
II
Nieva todavía
en esta navideña y extraña ciudad;
aunque espero que
en tres días o antes,
cese
el dolor de la nieta,
y
que
su dios
remedie
el sufrimiento de los hospitales,
el sufrimiento de los hospitales,
el
de las nietas, los hijos,
y
todas aquellas criaturas
del
amor.
DOS
Por
eso quizás, el amor, la muerte y la naturaleza son caprichosos.
Estos tres elementos vitales tan cotidianos aparecen y desaparecen a
su libre albedrío, me asaltan las tres cruciales palabras estos días
ridículos y sin sentido, días de felicidad condicionada que vivimos
en unos tiempos de oprobio, desverguenza y abundancia.
No
entiendo aún por qué una mujer anciana muere abrasada en un
ridículo accidente domestico y el mundo no se detenga; tan solo para
unos pocos, se acabó la vida, lo que eran risas, felicidad,
postverdad y festejos, se los llevó el infierno de aquellos diez
minutos.
Ahora
solo les resta a sus seres queridos el perverso recuerdo de una
felicidad casi irrecuperable, una felicidad que solo la traerá un
viento lejano con su hojarasca de oro de araguaney.
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