martes, 1 de mayo de 2018

A PROPÓSITO DEL 1 DE MAYO



Cada día los ciudadanos reciben atónitos información a través de la prensa, radio y televisión sobre la guerra de Siria, madre de todas las guerras que asolan actualmente el planeta, guerras todas que son injustas, innecesarias e interesadas. De éstas hacen las crónicas diariamente los reporteros especializados, que se juegan la vida a cada momento, grandes profesionales sin duda que nos ofrecen lo que ocurre cotidianamente desde las profundidades laberínticas del horror que viven los soldados de ambas partes, los civiles asediados, los inocentes.
Pero aquí, y ahora, les voy a hablar de otra guerra, de la que no se habla en ningún medio de comunicación a no ser por intereses políticos, la enmarañada y difícil guerra diaria que vive el hombre corriente durante la jornada de trabajo. De esta guerra, con permiso de los lectores me erijo desde ahora en reportero, informador, con ánimo resuelto contaré sin ataduras la complicada guerra habitual que enfrenta al ciudadano cuando comienza el día en su destino laboral, haré fotografías que todo lo fijan e inmovilizan del hombre o mujer que acuden a su empleo, cualquiera que sea, bien una gasolinera, el almacén de frutas, un taller mecánico, un hospital, la administración pública, una gestoría, el campo, la construcción... Allí, donde los atribulados trabajadores tienen que enfrentarse no sólo a los estragos que marca su tarea, sino que tendrán que encarar al Jefe de Departamento, luego al siguiente Superior, después al Patrono, más adelante al Principal, para llegar así hasta el Caudillo o Jefe del Estado, que mandados todos por el sumo Amo, el capital, le harán la primera humillación al obrero nada más ocupar su puesto, aunque yo, actuaré clandestino y sigiloso para no ser sorprendido por aquellos, entrevistaré como hace Évole, en las trincheras a los doblegados durante toda la difícil jornada, a cada gesto, a cada movimiento le pediré datos confidenciales mientras son sometidos, llevaré cámaras ocultas al campo de batalla que capten al empleado decaído que además tendrá que soportar con estoicismo los insultos, improperios y oprobios, además del correspondiente acoso psicológico y sexual, en algunos casos.
De esta guerra que no hablan demasiado los medios de comunicación daré cuenta mientras suenan de fondo el estallido de las bombas, a través de comunicados precisos, enviaré palomas mensajeras con revolucionarios informes que denuncien lo captado, lanzaré botellas al mar con mensajes críticos dentro, haré crónicas con razonamientos laboralistas, mandaré los testimonios de los empleados a sindicatos nada complacientes, a juristas implacables, asociaciones pacifistas, empresarios progresistas... Todo en espera de una contestación satisfactoria que acalle nuestras más profundas protestas, y por fin se busquen soluciones justas los sinditatos y el Estado, sobre todo estructuras y métodos laborales beneficiosos para beneficio todas las partes.
Dicen los expertos en asuntos empresariales que ésta también es una guerra preventiva, cuyos daños colaterales son lo de menos, poco importa que los trabajadores presos capturados durante las batallas en la faena pertenezcan siempre al mismo bando, que los torturados en los campos de concentración empresariales sean siempre los de este lado, nada interesa el color de la piel, el sexo o la religión que ejerzan los empleados, la brutalidad estará ahí, el trabajador será siempre ultrajado por el Amo, pero descuiden, que el reportero estará siempre alerta recopilando la información y documentación, y toda ésta, cuando llegue el día deseado y elegido libremente (no precisamente el Primero de Mayo), esperará ansioso que cambien definitivamente los planteamientos y condiciones laborales, además servirá tanto sacrificio para homenajear de verdad a los trabajadores.
Haremos ese esperado gran día una exposición con las fotografías tomadas al pie de guerra, acompañadas a su vez de textos escritos por autores como la ilustre Susan Sontag, José Saramago, Julio Cortazar, Orhan pamuk, Adonis, García Márquez y otros, veraces defensores de los derechos humanos, para venerar a los ofrendados vencidos, entretanto se crearán monumentos testimoniales para que los pueblos futuros sepan que durante muchos años al ciudadano que se acepta cotidiano, y que trabaja para poder vivir con un mínimo de dignidad, se le ha menospreciado e injuriado siempre. Mientras tanto pasará otro 1 de mayo como si agua de mayo...


                                                                 José Cantabella



 

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