LUPITA
Si no fuese porque te conozco
tan bien, Lupita, creería
que anoche estabas pensando
en esa hora incierta, y casi indecente
que yo estaba con otro, y te había olvidado.
Pero no es así la cosa, lo único
que ocurre es que extrañamente estaba contenta, me olvidé
fugazmente
de mi lado cartesiano y responsable:
me hacía falta, ¿Comprendes? (Disculpa, mi amor).
Entonces, caminé con él lentamente
por la calles de Recuerdo hasta la madrugada,
riendo y bromeando, y te digo de verdad,
Lupita, que fui feliz durante aquel paseo,
también te prometo que andaba
un poco preocupada por ti, lo reconozco, aunque me dejé
llevar.
Sé que tenías que hacer tus necesidades, dar tu paseo diario,
los rituales cotidianos que tanto nos gustan,
en realidad,
estabas en mi cabeza, como siempre,
porque yo, con sinceridad, nunca te olvido,
lo que ocurre, Lupita, es que también tengo
que recrearme a veces, me asalta la necesidad imperiosa
de comunicarme con ese otro mundo, ése de los telediarios
que vemos cotidianamente: la realidad, ya sabes, ya sabes…
Por eso Lupita,
simplemente por eso, llegué tan tarde anoche, y tú me miraste
angustiada, preocupada, un tanto celosa,
hasta que por fin nos abrazamos una vez más, y enseguida
dijimos:
daremos nuestro paseo, todo volverá a su sitio.
Y ese hombre ya estaría, quién sabe, si en su casa,
o husmeando por los exóticos jardines nocturnos
de la bella y olvidada ciudad de Recuerdo, buscando a otra…
Pero tú sabes muy bien, Lupita,
que nos pertenecemos, nada, ni nadie,
hará que nuestro amor cambie, bien conoces
que esos hombres con los que a veces me encuentro,
y, de vez en cuando se asoman a mi vida
son meros espectros, tú reconoces quién es mi verdadero amor,
y te aseguro que eso será así para siempre, Lupita.
Ahora, quédate ya tranquila esta bella noche nuestra de luna
llena,
dormirás feliz, como siempre
en los pies de mi cama, a sabiendas
de que sólo tú y yo cabemos en este nuestro pequeño mundo,
el que hemos construido
a través de diversos años. Tanto esfuerzo, Lupita, no caerá
en vano,
nadie, sólo tú mi querida perra,
permanecerás para siempre en ese mundo nuestro,
nadie atravesará los límites, el perímetro, Lupita,
no permitiré que un intruso rompa lo construido,
lo que nos ha costado tantos desvelos. Debes de dormir
dichosa, querida,
pues sabes que esto es
así, y siempre lo será,
a pesar de que ese otro aspire a tu trono
e intente con encantadoras palabras buscar un hueco
en mi corazón; pues no, sólo a ti te pertenece, Lupita.
Salgamos pues a la alta noche un momento, a pesar de la hora,
haz tus necesidades, amada, como siempre,
y perdona el disgusto, mi atrevimiento,
te aseguro que ya nunca, jamás
volveré a incordiarte con mis caprichos,
sólo tú detendrás mi tiempo a la luz de la luna, nuestra
luna,
la que compramos hace tanto tiempo y nos pertenece
cuando esas noches salimos a pasear, a hacer tus necesidades,
y el mundo, la vida, es sólo nuestra,
y, para nosotros dos sólo fue inventada.
(Arearea de Paul Gauguin)