LA
TRAGEDIA MAS PROFUNDA
Cansado
de buscar razones, harto de noche vomitada de libros, he salido a
pasear por el largo pasillo que conduce a la morgue, y que es la
calle más estrecha de la madrugada, donde a fuerza de acariciar el
tiempo y los recuerdos pienso sólo en ti mientras me asomo a las
habitaciones que a su vez dan a otras, que hay a ambos lados, y que
se van abriendo interminablemente junto al lento caminar del guardia
de seguridad del Hospital de Recuerdo, donde se esperan los cadáveres
de la tragedia. Pero en plena falsa tregua no te encuentro, entonces
cierro los ojos como una admisión de derrota, y te invento, tratando
de tocar tu rostro, a través de esta soledad rencorosa que de tanto
besar la noche reclama su materia infinita, incitándote a nuevos
juegos de interior que ignoras, hasta que se produce un confuso pacto
sin palabras, y toco por fin tu rostro que por un extraño azar
coincide exactamente con el que yo he inventado, entretanto, y
donándome tu cuerpo como un gran premio me dices quejumbrosa lo que
esperas de mí, exigiéndome la mayor servidumbre, haciéndome beber
el cáliz de tu vientre hasta vaciarte, llorando de felicidad me creo
a salvo del vacío que me rodea, los ojos perdidos, hasta una caída
interminable en la inmovilidad de la que salgo creyéndome colmado
mientras continúo caminando por el largo pasillo que conduce a la
morgue, siempre esperando, viciado por la distracción oye el
ensimismado vigilante los primeros ruidos de la noche, los mismos que
tratan de exasperarme, haciéndome caer en lo más profundo de la
estupidez, pero rápidamente vuelvo a ti, como una presencia
inevitable, invadiéndome de golpe la forma más sutil de la
gratitud, una vaga esperanza, la única posibilidad del reencuentro,
grandes ojos que en la alta noche empiezan a abrirse un poco más
allá de mí, entonces llega la mayor de las confusiones cuando
abrazo otra vez tu cuerpo al que me adhiero desesperadamente, el
mismo que con una gran concreción de nebulosa no me deja dibujar el
camino de vuelta que conduce a la puerta para dar entrada a los
celadores que trasportan los cadáveres de la tragedia.
**Este relato pertenece a mi libro Llegarás a Recuerdo (Azarbe, 2.007).
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