lunes, 16 de mayo de 2016

LA TRAGEDIA MAS PROFUNDA


Cansado de buscar razones, harto de noche vomitada de libros, he salido a pasear por el largo pasillo que conduce a la morgue, y que es la calle más estrecha de la madrugada, donde a fuerza de acariciar el tiempo y los recuerdos pienso sólo en ti mientras me asomo a las habitaciones que a su vez dan a otras, que hay a ambos lados, y que se van abriendo interminablemente junto al lento caminar del guardia de seguridad del Hospital de Recuerdo, donde se esperan los cadáveres de la tragedia. Pero en plena falsa tregua no te encuentro, entonces cierro los ojos como una admisión de derrota, y te invento, tratando de tocar tu rostro, a través de esta soledad rencorosa que de tanto besar la noche reclama su materia infinita, incitándote a nuevos juegos de interior que ignoras, hasta que se produce un confuso pacto sin palabras, y toco por fin tu rostro que por un extraño azar coincide exactamente con el que yo he inventado, entretanto, y donándome tu cuerpo como un gran premio me dices quejumbrosa lo que esperas de mí, exigiéndome la mayor servidumbre, haciéndome beber el cáliz de tu vientre hasta vaciarte, llorando de felicidad me creo a salvo del vacío que me rodea, los ojos perdidos, hasta una caída interminable en la inmovilidad de la que salgo creyéndome colmado mientras continúo caminando por el largo pasillo que conduce a la morgue, siempre esperando, viciado por la distracción oye el ensimismado vigilante los primeros ruidos de la noche, los mismos que tratan de exasperarme, haciéndome caer en lo más profundo de la estupidez, pero rápidamente vuelvo a ti, como una presencia inevitable, invadiéndome de golpe la forma más sutil de la gratitud, una vaga esperanza, la única posibilidad del reencuentro, grandes ojos que en la alta noche empiezan a abrirse un poco más allá de mí, entonces llega la mayor de las confusiones cuando abrazo otra vez tu cuerpo al que me adhiero desesperadamente, el mismo que con una gran concreción de nebulosa no me deja dibujar el camino de vuelta que conduce a la puerta para dar entrada a los celadores que trasportan los cadáveres de la tragedia.





**Este relato pertenece a mi libro Llegarás a Recuerdo (Azarbe, 2.007).








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