domingo, 22 de octubre de 2017

UN CUADRO DE GIORGIO DE CHIRICO HECHO POEMA

Me desvestí
en el Louvre ante Velázquez. Después
empecé a disfrazarme despacio
para retratar-
me, no para ser
el vanidoso pintor retratado
con trajes de otras épocas clásicas,
sino porque aquéllos
eran
más coloristas
y ricos.  Busqué siempre
la belleza,
materia del verdadero oficio de pintor;
un juego de emulsiones, sensaciones
complejas
que son muy difíciles de pintar.
La pincelada
dicha en su perfecta manera,
en hermosa horizontalidad:
esa armoniosa
conexión entre trazo y cerebro. Esa
gracia divina
que Natura me concedió;
naciendo así
mi arte sin resistencia. Luego
estudié
la relación, el vínculo,
la idea de la existencia,
la precisa visión,
miradas interiores metafísicas,
Materia pura, meditación
de lo cotidiano;
figuras de maniquí, y así hallé
inteligencias sobre-
impresionistas, naturalezas muertas:
la metafísica. Más tarde
acometí oleos que eran
vidas silenciosas.
Piezas sueltas se unieron
ante mí, desafíos, naturaleza mundana.
Fuerza y audacia aquél  interior, objetos,
techo y  cielo, tratar de entender y expresar
la voz remota se las cosas:
una estatua, un templo,
lo clásico, gladiadores, la nostalgia
antigua de
Atmósferas literarias,
una novela desconcertante
pinté
con mis pinceles,
para vestirme en el Prado
mirando, ahora yo,
al maestro Velázquez.





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