jueves, 4 de enero de 2018

DOS TEXTOS PARA UN MISMO CANTO



in memoriam Dña. Mireya


UNO


I

Desde el laberinto
de la incredulidad
veo
una Navidad extraña, y
dentro
en un lejano pasillo
una mujer entubada; más allá,
su nieta,
que muy triste
en el box de una Uci
muy lejana
la asiste, llora, y afuera, nieva,
entonces, vislumbro
la ciudad envuelta en
risas, bares y copas, calor
y dicha mentirosa, postureo,
alacranes y bichos posando
ante flashes de celulares.
Mi escepticismo aumenta.

II

Nieva todavía
en esta navideña y extraña ciudad;
aunque espero que
en tres días o antes,
cese
el dolor de la nieta,
y que su dios
remedie
el sufrimiento de los hospitales,
el de las nietas, los hijos,
y todas aquellas criaturas
del amor.



DOS


Por eso quizás, el  amor, la muerte y la naturaleza son caprichosos. Estos tres elementos vitales tan cotidianos aparecen y desaparecen a su libre albedrío, me asaltan las tres cruciales palabras estos días ridículos y sin sentido, días de felicidad condicionada que vivimos en unos tiempos de oprobio, desverguenza y abundancia.
No entiendo aún por qué una mujer anciana muere abrasada en un ridículo accidente domestico y el mundo no se detenga; tan solo para unos pocos, se acabó la vida, lo que eran risas, felicidad, postverdad y festejos, se los llevó el infierno de aquellos diez minutos.
Ahora solo les resta a sus seres queridos el perverso recuerdo de una felicidad casi irrecuperable, una felicidad que solo la traerá un viento lejano con su hojarasca de oro de araguaney.






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