sábado, 2 de marzo de 2019

                                                    ÁFRICA

Miro, y vuelvo a mirar la foto de Frèdèric Volkringer que realizó a mi hija Noa Menbere, recién llegada de Awach, Etiopía, en pleno Cuerno de África, a ocho kilómetros de la frontera con Kenya, a principios del año 2.013, y no puedo reprimir aún la enorme emoción de esa instantánea. Noa intentando asirse a Occidente pero con un gran excepticismo y desconfianza, luego, la mano incrédula de Occidente tratando supuestamente de ayudar a África, ésa es mi interpretación de la foto.
Al hilo de esta reflexión personal y cercana de mi existir cotidiano, sigo pensando y creyendo en lo abandonada que está África en general y concretamente la zona citada. Los diferentes medios de comunicación siguen ofreciendo imágenes periódicamente con niños desnutridos, extensiones de secano por la terrible sequía, guerras entre tribus, etc, etc. Por otro lado leo en prensa que África no cumplirá sus aspiraciones de desarrollo en el año 2.016, noticias y noticias de diferentes organismos: cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenibles, informaciones de la ODS de Naciones Unidas para el desarrollo, conferencias internacionales sobre el desarrollo del continente africano, convenciones de Naciones Unidas para la lucha contra la desertización, todas ellas acompañadas con sus burguesas siglas. Y me adentro más y más en el asunto, y descubro muy sorprendido en otra feliz, pero triste noticia a la vez, que África podría alimentar al mundo, y la osada afirmación se basa en hechos concretos: África alberga el 65% de la tierra fértil sin cultivar del planeta y el 10% de los recursos renovables de agua dulce, así mismo en los últimos 30 años su producción agrícola creció un 160%. Esta última noticia me ilusiona y la amplío con este comentario: “podemos y estaremos encantados de alimentar al mundo. Sólo necesitamos el conocimiento y la financiación”, afirma en un prestigioso medio de comunicación, Raajeev Bopiah, gerente general de East Usambara Tea Company, una empresa de Tanzania que produce más de cuatro millones de kilos de té al año.
Entonces, ¿qué ocurre?, ¿qué pasa con el continente africano?. La respuesta es bien fácil, que son múltiples los escollos políticos y económicos. “Uno de los mayores obstáculos es el sistema desordenado de aranceles y las inflexibles políticas fronterizas que rigen las relaciones entre muchos de los 55 Estados del continente. Solo 13 países ofrecen ingreso sin visado o visa al ingresar a todos los africanos”, explica el Informe de Aperturade Visas de África publicado este año por el Banco Africano de Desarrollo.
Ya ven, queridos lectores, la conclusión está bien clara a mi parecer, todo es un conjunto de intereses y que todos quieren mojar, nadie quiere invertir en un continente fértil sin sacar una gran tajada, un continente, África, que podría ser próspero pero el poder económico y político, predomina claramente. También la corrupción sigue campando a sus anchas por allí gracias al trabajo de los pequeños terratenientes y las grandes empresas agrícolas por igual que dominan y expolian las zonas, pues estos impiden a los agricultores  las oportunidades de financiación. Sin el acceso al crédito, muchos agricultores no pueden comprar las herramientas o los productos químicos que les permitirían aumentar su rendimiento. La mayoría de los países carecen de bancos agrícolas, mientras que los bancos comerciales tienden a considerar la agricultura como una apuesta demasiado arriesgada.
Así que miro de nuevo la foto, antes de terminar este Antiartículo, la foto de mi hija, ella ya a salvo de la injusticia de un continente, pero yo quedo igualmente preocupado por la situación de África.



                                                  (Imagen: Frèdèric Volkringer)








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